
11. Un mar de oportunidades
Nuestro país, a contramano de
lo que hubieran podido señalar la naturaleza y la historia, lleva décadas
inmerso en un modelo de desarrollo económico y social que le da la espalda al
mar. ¿Hasta cuándo? Mientras debatimos, los océanos, que cumplen un papel clave
en la vida del planeta, están cambiando[1].
Los últimos informes de la FAO señalan que la pesca y la acuicultura proporcionan ingresos (sea a través de empleos o actividades autónomas) a 60 millones de personas. La producción anual de esas actividades es de casi 200 millones de toneladas y tiene un valor del orden de 400.000 millones de dólares.
La Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) estima que el desarrollo del sector de energía eólica off shore atraerá inversiones por un billón de dólares en el curso de los próximos veinticinco años. Y que la construcción, operación mantenimiento y control de parques eólicos marinos requerirá, en ese lapso, del trabajo de varios millones de personas. Con más de 2500 turbinas, el Reino Unido lidera la instalación de generadores eólicos marinos, produciendo hoy casi 13 GW. Eso es más del doble de lo que generan, en la Argentina, el conjunto de todas las fuentes de energía (5 GW).
Según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el comercio marítimo mundial tiene un volumen de más de 11.000 millones de toneladas, con un valor de unos 14 billones de dólares y la participación, en una u otra de sus fases, de millones de personas. Vale señalar, además, que la vía marítima ofrece el modo de transporte más eficiente de una enorme variedad de productos.
La Organización Mundial de Turismo, mientras tanto, señala que las actividades recreativas asociadas a las costas marinas representan un 40% de la actividad turística global. Y la lista podría extenderse… El mundo está empeñado en la búsqueda de un modelo de aprovechamiento de los océanos que sea, a la vez, eficiente, responsable y sostenible.
El objetivo, sintetizado en el concepto de "economía azul", es un modelo en el que la pesca, la acuicultura, la generación de energía limpia, el transporte, el turismo, la creación y manejo de áreas protegidas litorales y marinas y el desarrollo de nuevas actividades productivas sean distintos aspectos de una política de ordenamiento territorial. Esto es, una política en la que aspectos aparentemente opuestos como la producción de alimentos, la conservación ambiental, la defensa y puesta en valor de las prácticas locales y la generación de oportunidades para la recreación se articulen y se enriquezcan unos a otros. El instrumento moderno para establecer un modelo con esas características es la Planificación Espacial Marina (PEM).
En el mundo, ya hay más de 100 programas de PEM en distintas fases de elaboración y aplicación. Y, aunque cada uno tiene sus rasgos, todos están orientados a establecer pautas coordinadas de manejo de los recursos y los servicios económicos, ambientales, culturales y sociales que ofrece el mar. Un proceso de PEM solamente será exitoso si se adelanta a detectar los conflictos entre los sectores y grupos de interés que intervienen o aspiran a intervenir en el mar y si se apoya en una institucionalidad que pueda arbitrar dichos conflictos.
Pero la Argentina, concentrada -y en buena medida, encerrada- en un modelo de desarrollo basado en las actividades agropecuarias, lleva mucho tiempo sin prestar atención ni al potencial ni al deterioro de sus jurisdicciones marítimas. Durante los años '90, la sobreexplotación redujo a la mitad las capturas de lo que era nuestro principal recurso pesquero, la merluza. Y si nuestro país todavía es uno de los 25 mayores productores pesqueros, se debe, esencialmente, a que la caída de la merluza fue seguida por un aumento en la disponibilidad de una de sus presas: el langostino; la "nueva joya" del mar argentino que, si no se toman los recaudos necesarios, también será diezmada.
Año tras año, los medios de prensa nos presentan las imágenes de cientos de embarcaciones operando sin control en las aguas adyacentes a nuestra Zona Económica Exclusiva. Con sus luces atraen y capturan enormes masas de calamar, una especie de ciclo de vida anual que, según el nivel de explotación a que sea sometida, ofrecerá al año siguiente, volúmenes de captura sumamente variables. Y el insuficiente control afecta, en consecuencia, no solo la estabilidad de la economía pesquera sino todo el ecosistema de nuestro mar.
En el tiempo en que vivimos, el mar plantea una larga serie de desafíos. Y aunque muchos de ellos son de un orden tal que solo podrán superarse con el compromiso de un amplio conjunto de naciones, hay otros que un país como el nuestro puede afrontar por sí mismo. Estas son algunas líneas de trabajo que podrían servir como punto de partida para que eso ocurra.
- Nuestra economía pesquera marina puede ser mucho más eficiente y exitosa para generar divisas si establecemos protocolos de sostenibilidada los que deba ajustarse todo el proceso, desde la captura hasta el transporte a los mercados. Tales protocolos deben incluir mecanismos de trazabilidad y transparencia que permitan que tanto el Estado como los consumidores puedan monitorear su cumplimiento. Los mercados mundiales de pesca exigen cada vez más estos protocolos.
- La Argentina dará señales de su vocación por el manejo responsable del mar con la aprobación y ratificación de los acuerdos de Naciones Unidas sobre Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad Marina de las Zonas Fuera de la Jurisdicción Nacional y sobre las Subvenciones a la Pesca de la OMC.
- El Atlántico Sudoccidental es la única zona oceánica del mundo sin un acuerdo de control pesquero regional. Es esencial establecer un acuerdo de monitoreo y control conjunto con los gobiernos de Brasil y Uruguay. También es clave dotar a nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad de los instrumentos, tanto científicos como operativos, que requiere el cumplimiento de sus misiones. La evolución tecnológica en este campo (drones aéreos, superficiales y submarinos, boyas fijas detectoras, sistemas satelitales, etc.) es muy veloz y reduce los costos históricos de control marino.
- La acuicultura apenas ha dado sus primeros pasos en nuestro país (que ocupa el puesto 102 entre los productores). Pero existen numerosos elementos que señalan que, si se enfocara en la cría sustentable de especies nativas, podría desarrollarse con potencia, generar empleos y un volumen importante de alimentos saludables y de alta calidad[2].
- Existen numerosas oportunidades que merecen ser evaluadas. Actividades económicas y productivas basadas en, por ejemplo, el procesamiento de algas, la energía proveniente de olas, mareas y corrientes, la recuperación y reutilización de residuos plásticos costeros o el procesamiento y comercialización de productos diferenciados como los langostinos rojos del litoral chubutense son solo algunos de los muchos ejemplos que podrían citarse. Cada una de esas actividades podría ser, al mismo tiempo, una política valiosa desde la perspectiva ambiental y la base de creación de nuevas empresas y nuevos puestos de trabajo.
- En el mundo, el número de áreas marinas protegidas aumenta. Y también aumenta la convicción de que, además de contribuir a la conservación de la biodiversidad de los océanos, las áreas protegidas pueden constituir una herramienta fundamental en el apoyo a la actividad pesquera. La Argentina se ha sumado tímidamente a esa tendencia. Pero es esencial que se logre que la protección asignada a esas áreas sea efectiva, no puramente formal, y medible.
- Los puertos patagónicos constituyen la base de apoyo natural a las embarcaciones pesqueras reguladas que operan en el Atlántico Sur y en el Mar austral. Pero ese apoyo debe ir mucho más allá de la provisión de combustible y algunas piezas de repuesto. Es necesario –y posible- hacer que los puertos patagónicos funcionen, a la vez, como centros de abastecimiento y procesamiento y como bases de un conjunto de actividades de investigación, educación, formación de marinos y pescadores, certificación de calidad y toda la serie de servicios que, cada vez más, exigen tanto las autoridades de los países eventualmente importadores como los consumidores.
- El puerto de Ushuaia está llamado a cumplir una función parecida en relación con las actividades antárticas. Se ha anunciado durante años la creación de un "polo logístico antártico" en Ushuaia. Pero lo que se requiere hoy es, además de un polo logístico, un centro de servicios más amplios, y acordes con las nuevas demandas y necesidades de las actividades antárticas. Tierra del Fuego tiene grandes ventajas para convertirse en proveedor de los bienes y servicios convencionales que requieren las bases y los cruceros antárticos. Pero también podría aspirar a actividades tan ricas y variadas como ser un centro de formación de profesionales y técnicos especializados en aspectos antárticos, la base de reuniones científicas, disponer de un centro de formación de guías turísticos antárticos y proveedor de combustibles limpios.
La Argentina ha hecho un primer ejercicio piloto de Planificación Espacial Marina con la iniciativa "Pampa Azul", pero el hecho de que estos objetivos sean liderados por un Ministerio de Ciencia no ayuda a integrar tantos intereses sectoriales, y menos estando varios de ellos en conflicto real o potencial entre sí. En este sentido, es necesario revisar la institucionalidad de estos procesos, para que nuestra jurisdicción marítima sea objeto de una política de estado como fuente generadora de más empleos, de más riqueza, de un mayor cuidado ambiental y de una mayor presencia soberana.
El mar espera nuestra decisión.
[1] El océano nos provee de la mitad del oxígeno que respiramos. Es fundamental en la regulación del clima global: absorbe el 25% de las emisiones de dióxido de carbono y el 90% del calor extra que generan. Pero ya no alcanza y las emisiones potencian el calentamiento global, afectando la salud del océano, generando olas de calor marinas y aumentando su acidificación.
[2] Valga, solo como ejemplo, la comparación
entre los complejos de mitilicultura de Nueva Zelanda y Tierra del Fuego. En
menos de cuarenta años, el número de granjas neozelandesas ha superado el
millar, y los mejillones Green Shell se han transformado en un emblema de la
producción de alimentos de alta calidad y alto valor y ajustados a
procedimientos social y ambientalmente responsables. Mientras tanto, los
productores del canal Beagle siguen lidiando con restricciones normativas,
económicas y operativas que han impedido todo crecimiento.