1. Una política ambiental hoy es una política de desarrollo, no una barrera.

Durante décadas se ha interpretado que las regulaciones, el control y la protección ambiental eran barreras al desarrollo económico. Esta percepción es todavía mayoritaria en muchas provincias argentinas y en la dirigencia del país. Hoy esa visión marca nuestro envejecimiento político e institucional en el contexto global e impide impulsar los empleos con base ambiental que se están creando rápidamente en el resto del mundo.

Si queremos exportar más, tendremos que adaptarnos rápidamente a una nueva realidad: la sostenibilidad moldeará la economía global durante los próximos años. Con ese objetivo, las regulaciones ambientales son una condición necesaria. Es clave implementarlas con métodos ágiles, transparentes y antiburocráticos. Hoy las inversiones del mundo evitan contextos en los que priman la arbitrariedad y las controversias ambientales. Poseer marcos jurídicos claros es una ventaja: garantizan a los inversores que sus proyectos se adaptan a las exigencias ambientales de la sociedad.

Debemos conocer, medir y monitorear mejor nuestro desempeño ambiental. La rigurosa medición de factores clave como la deforestación, la sobrepesca y sus efectos ecosistémicos asociados nos permitirá ofrecer productos que garanticen sostenibilidad, trazabilidad y transparencia. Para reducir la conflictividad ambiental, aumentar la competitividad y ejercer cabalmente nuestra soberanía sobre los recursos necesitamos regulaciones claras y su estricto seguimiento.

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